viernes, 25 de julio de 2014

LA BENDICIÓN DE SER PADRE.

En el lugar donde trabajo hay un joven, compañero de trabajo, con el cual solo coincido cada quince días.

Este joven apenas tiene veinte años, está casado y tiene un bebe.

Es muy parco para hablar, si tú le haces plática apenas si te contesta con monosílabas y, como dicen algunos, tiene cara de sangrón.

Pero a base de diversos intentos por charlar con él, he descubierto dos cosas que le apasionan a la hora de platicar.
 Primero el cine, le gusta mucho el cine, al grado de cometer la tontería de faltar un día al empleo para asistir a una función de cine.

La otra, y más importante, su pequeño hijo de siete meses. Escucharlo hablar de su hijo es inspirador, uno puede ver como ese rostro serio y plano se transforma en un sol. Con una enorme sonrisa y unos grandes ojos llenos de luz.  Al hablar de su hijo da hasta los detalles más pequeños  sobre él, desde como comienza a caminar en andador hasta la forma inteligente en que el pequeño reacciona ante distintas situaciones que se le presentan.

La bendición de ser padre, una de las más grandes que Dios nos ha dado. Capaz de transformar a un hombre apagado en un sol que pareciera iluminar el lugar de trabajo.

Y quienes tenemos la bendición  de serlo, o de ser madres, saben de lo que hablo.

SHALOM.